10.2.11

Blanco nocturno

Un ménage à trois, una fábrica en ruinas, un asesinato y un policía loco puesto a resolverlo son algunos ingredientes de Blanco nocturno, la primera novela en 13 años del autor de Plata quemada


Ricardo Piglia.Foto:Daniel Mordszinki

Imagen de la portada de la última novela de Ricardo Piglia.foto:archivo.

Precedida por una variada y copiosa gama de entrevistas al autor de la obra, Ricardo Piglia, pude ya satisfacer la curiosidad ansiosa de leer su última novela Blanco nocturno.
Un ménage à trois, una fábrica en ruinas, un asesinato y un policía loco puesto a resolverlo son algunos ingredientes de Blanco nocturno, la primera novela en 13 años del autor de Plata quemada.

La novela, como en anteriores textos suyos, se vale del esquema policial, donde una víctima; en este caso, Tony Durán, es asesinado, y por tanto hay que hallar el victimario.El relato desarrolla, valiéndose de un policía loco, Croce la investigación exhaustiva por encontrar el culpable del asesinato de Tony.Y hay culpables que no lo son como inocentes que son culpables.Piglia ha construido una portentosa novela, donde además realiza sutiles homenajes a sus más caros escritores que lo han influenciado. En el camino van apareciendo los motivos, que se convierten, en las maestras manos de la prosa pigliana, en un asunto de verdadera literatura.Un triangulo entre la víctima, Tony Durán y las gemelas Ada y Sofía Belladona, niñas bien del lugar, con apellido y talante de al­caloide, tan idénticas entre sí que tienen "igual hasta la letra", haran las delicias.
"Novela de personajes", según él mismo autor la define.Piglia recupe­ra en Blanco nocturno a Emilio Renzi, alter ego que lo acompaña desde sus primeros cuentos en La invasión (1967), quien llega al pueblo en­viado como cronista de El Mundo, que como cualquier reportero lo pone a escribir notas sobre ese asesinato que ha conmovido a una comunidad de provincias, donde adquiere trascendencia aquel refrán manido de que pueblo pequeño infierno grande.
y que para ratificar su fetichismo por las pelirrojas cae "enamoradí­simo" de Sofía. La nove­la: 299 páginas que pueden leerse simultáneamente, como la inves­tigación de un crimen, como una historia de amor imposible, como una reflexión sobre la verdad y la imposibilidad de conocerla del to­do o como la tragedia de un hombre, Luca, que quiso salvar un sueño y descubrió el precio agrio de hacerlo a costa de los propios principios.

Ese triángulo erótico aceitará los engranajes del chisme y servi­rá de "motor" para contar el resto de la historia familiar que incluye un abuelo coronel, dos hermanos varones, Lucio y Luca, dueños de una fábrica en ruinas y tatuados por la tragedia, un padre ovillado en una silla de ruedas y abando­nado por dos mujeres –la primera huyó con un director de teatro; la segunda se ha encerrado a leer de matiné a trasnoche–, y las versio­nes aumentadas y corregidas de sus andanzas, relatadas por los parroquianos en el Club Social o en el almacén de Madariaga. Los Belladona atraerán la atención de los medios nacionales cuando Du­rán es asesinado y la investigación queda en manos del comisario Croce, pesquisa a juicio de mu­chos "un poco tocado".
Después de terminar de leer Blanco nocturno, juego paradojico de palabras, uno agradece que aún haya escritores como Ricardo Piglia, que construye sus novelas con rigor de verdadero novelista de raza, sin los sobresaltos mediáticos de tantísimos escritores del montón que publican tanto y dicen nada en sus textos mediocres.

Blanco nocturno
Ricardo Piglia
Editorial Anagrama
Barcelona. España
299 páginas
$65.000

3.1.11

El seminarista

La historia de un asesino a sueldo que decide ; después de cierta fatiga con el crimen pagado, retirarse

Portada de El seminarista de Rubem Fonseca.

Es la undécima novela de este autor brasileño, Rubem Fonseca, un verdadero maestro de la consición con la palabra, desde su primera novela, El caso Morel. La historia es de un asesino a sueldo que decide ; después de cierta fatiga con el crimen pagado, retirarse. Pero fuerzas oscuras no lo dejan salir de su antiguo y eficaz oficio de sicario.
La historia es envolvente, y de una precisión en la estructura, que me hizo recordar los viejos thrillers de los denominados, clase B de la época dorada del cine negro norteamericano de los años cuarenta y cincuenta. Es más, sentí la historia como si Fonseca la hubiera dejado con esa aura de color sepia, de las películas de época, -y qué época- en ese cromatismo del blanco y negro.
La trama lo va llevando a uno de la mano maestra de este narrador eficaz, con las decisiones de este asesino que no tiene reato, que no se arruga ante ningún asesinato, sea hombre o mujer; -y sin caer en contar la historia tal y cual se sucede en la prosa contundente y precisa- fue seminarista- que nos salpica, através de sus breves páginas toda una serie de sentencias en latin de muchos autores romanos, citas atrayentes y filosóficas sobre la condición humana.
¡Ah! Y los sicarios colombianos, nuestros tristemente célebres asesinos a sueldo, tienen su mención, que sale de la boca del propio Zé; así se llama el personaje central, los valora diciendo: " son sujetos de la peor calaña". Ni más faltaba cuyos nombres no son tan ajenos a nosotros; uno se llama Rafael, y el otro de apellido, Pérez.Y son de paso traficantes de cocaína.
Vale leerse este thriller a lo Fonseca, sin retorcimientos de trama, una historia sencilla pero ejemplar-me refiero a la esencia literaria que corresponde, y en ningún caso al paradigma moral, supremamente amoral, nada edificante del personaje sicario- en su planteamiento algo esteticista, como siempre en Fonseca, que nos deja perturbados, con estos personajes suyos que igualmente son tan nuestros, pero totalmente educados y llenos de crudo cinismo como eruditos y cultores del cine, y por supuesto las infaltables mujeres. Oh! las mujeres...

El seminarista
Rubem Fonseca
La otra orilla
Editorial Norma
172 páginas.
$39.000

26.10.10

La intimidad al descubierto o último en el buzón

¿Vivimos el fin del género epistolar o resucita de forma telegráfica en el ordenador y en el móvil?

Muchas cartas se leen como la crónica de un tiempo, permitiendo, de paso, conocer el carácter, las opiniones y las manías de los autores.foto.fuente:elpais.com

Carta del poeta Jorge Guillén a su esposa Germaine Cahen, datada el 21 de diciembre de 1927 en Madrid.

Lord Byron utilizaba el vocabulario de jardinería (jacintos) para hablar de sus ligues homosexuales, Dámaso Alonso cantaba en inglés pasado de champán y Cortázar, pobre de solemnidad, viajaba en autoestop por Europa. Nuevos títulos de correspondencia literaria coinciden en un otoño marcado por la literatura del yo.
El otoño literario llega cargado de intimidades. En 1810, cuando Lord Byron se dirige a su madre por carta desde Constantinopla le cuenta que ha "tenido dos calenturas", pero esa información se convierte en "calenturas & gonorrea y almorranas, todo a la vez", cuando el destinatario se llama Hobhouse, su amigo íntimo. Biografías, diarios, novelas -narradas en paralelo a la vida de los autores- y cartas que se leen como la crónica de un tiempo permitiendo, de paso, conocer el carácter, las opiniones, las manías y los gustos de sus autores con solo pasar la página.

Con la publicación de las cartas, algo de privacidad queda al descubierto. "El género epistolar siempre ha contado con lectores, animados en casi todos los casos por el hecho de que la conexión interpersonal siempre resulta enriquecedora", cuenta Joan Riambau, editor de Círculo de Lectores, que no vincula la avalancha de nuevos títulos con un renacimiento del género en la Red, aunque tampoco se atreve a vaticinar que se viva su canto de cisne.

En el otro extremo de la balanza, escritores como Jesús Ferrero ven claro que el género epistolar será reconvertido en un estilo "telegráfico, elíptico y fragmentario", siguiendo las reglas que impone Internet y los mensajes del teléfono móvil. "Gracias a eso, las cartas se vuelven a entender", añade Ferrero. Si Thomas Mann o Hermann Hesse dedicaban la mañana a contestar el correo, los escritores de ahora no pasan menos horas frente a la pantalla del ordenador, revisando el correo electrónico y ventilando su correspondencia en tiempo real. Y lo mismo ocurre con los mensajes de móvil. En la Roma clásica los generales comunicaban al Senado sus éxitos por escrito y las cartas de Lord Byron, desde Grecia hasta Inglaterra, tardaban tres meses en llegar a sus destinatarios, pero Nick Hornby no necesita más que apretar un clic para enviar una carta, con una foto y un vídeo adjuntos y algunos enlaces con una maraña de información añadida. Podría ocurrir que toda esa comunicación escrita se pierda en la Red, pero también que los autores utilicen los adelantos de la tecnología para escribir novelas a partir de correos electrónicos, o de SMS, al modo en que antaño se redactaban novelas epistolares tan canónicas como Drácula, Pepita Jiménez, Las amistades peligrosas o Los idus de marzo.

Laurent Versini sostiene en el prólogo de Denis Diderot. Cartas a Sophie Volland que el XVIII fue el siglo de las cartas y los cenáculos. Una sociabilidad que por su riqueza, cortesía y sentido del matiz está muy alejada de la civilización actual del blog y del SMS. ¿Es el fin del género epistolar o resucita en el ordenador y en el móvil? Parece que definitivamente se pierde la escritura de cartas, pero no su función. En cinco milenios de historia se escribe más que nunca, pero el rito de escribir a mano, doblar el papel, guardarlo en el sobre, pegar el sello y depositarlo en el buzón, se extingue. Apenas un cinco por ciento de las cartas que se envían por correo actualmente tratan asuntos personales. Quedan algunos irreductibles, como el poeta Guillermo Carnero, que sigue escribiendo la correspondencia a mano por nostalgia y porque se confiesa harto de Internet. No quiere pertenecer a esa marea ingente de personas que solo recibe en el buzón sobres de bancos, empresas o multas de tráfico; casi los únicos que todavía envían correo al domicilio y casi siempre reclamando pagos pendientes.

Superado el tremendo golpe que supuso para el correo la irrupción masiva en los años sesenta del teléfono, la implantación de los medios de comunicación electrónicos ha acabado por asestar el golpe definitivo a la carta tal y como se producía. Hasta los bancos y las empresas telefónicas se plantean eliminar la promoción por correo y recurrir a la Red.

No es el caso de los creadores que nunca se privarán de expresar su opiniones a amigos o editores. Así Italo Calvino, en una misiva datada el 21 de diciembre de 1942, con Mussolini en el poder, se despacha a gusto con su amigo Eugenio Scalfari, al que trata de convencer para que pase las navidades con ellos: "¡Tú ahora mismo haces las maletas y te vienes a San Remo, arreando! Arreando, ¿entendido? ¡O bajamos nosotros y te obligamos a venir a patadas en el culo!". A sus 19 años, el autor de El barón rampante concluye la epístola con una petición de libros, a modo de regalo navideño, que su amigo ha de llevarle o enviarle desde Roma: T. S. Eliot: Asesinato en la catedral; U. Betti: Frana allo scalo nord; Crommelynck: El magnífico cornudo, y Joyce: Dublineses. Se trata apenas de una mínima anécdota del jugoso y apasionante relato que suponen las casi 600 páginas de la correspondencia del escritor, que se pone a la venta el próximo noviembre.

Las Cartas abisinias de Rimbaud (1854-1891), sin embargo, no suenan nada épicas. La vida del autor de Una temporada en el infierno se conoce, en parte, por sus cartas, pero algunos lectores prefieren quedarse con su luminoso poemario y olvidarse del lado oscuro de su personalidad. El poeta francés escribió su obra entre los quince y los veinte años y podría parecer que pasó los diecisiete restantes tratando de ganar todo el dinero posible, recurriendo incluso al tráfico de armas para establecerse como un feliz burgués. Pero basta hojear sus Cartas abisinias, escritas cuando ya se había retirado de la poesía, para estremecerse descubriendo cómo influyó en él la rígida educación familiar, su dolorosa soledad y su comportamiento en la enfermedad cuando ya nada le consolaba ni podía salvarle. Solo su madre y su hermana Isabelle asistieron a su entierro, celebrado con un boato que a él le hubiera asqueado. A su "querida madre", su hermana le dirigía esta advertencia poco antes del fallecimiento del poeta francés: "A propósito de tu carta y de Arthur, no cuentes para nada en absoluto con su dinero. Cuando él termine y se paguen los gastos fúnebres, los viajes, etcétera, habrá que contar con que sus bienes volverán a otros; estoy absolutamente decidida a respetar sus últimas voluntades".

En el lado opuesto, pero compartiendo espacio en la misma mesa de novedades, más de 1.300 páginas de caricias y promesas. Decía Pedro Salinas que la primera carta de amor se escribió en Babilonia. Pese a la antigüedad, algunos lectores encuentran en las cartas de amor una monotonía tediosa, aunque las lean porque aportan datos y facilitan claves que ayudan a interpretar la obra del remitente. La correspondencia de Jorge Guillén (1893-1984) a su esposa Germaine ya va por la segunda edición y se trata de una declaración de amor dentro del orden establecido ¿amantes casados?, o, como diría Machado, ser feliz y artista no lo permita Dios. En el caso de Jorge Guillén, Cartas a Germaine, "cerebro, deseo e intendencia" se unen. Guillermo Carnero, autor del prólogo, destaca cómo la vía de acceso al conocimiento del yo se realiza a través de la mujer amada: "La parte sexual y la espiritual se armonizan completamente. Nunca he conocido a nadie que estuviera tan casado como Jorge Guillén". Los sentimientos -"te quiero, a ti, mi mujer"- y la complicidad intelectual de la pareja se sigue a través de las 793 cartas, salpicados de referencias a su vida intelectual, su tesis sobre Góngora, las oposiciones a cátedra, la generación del 27, la relación de Pedro Salinas con Katherine Whitmore, Lorca y La Barraca, el affaire entre Alberti y Maruja Mallo, o la noche en que Dámaso Alonso, con unas copas de más, cantaba en inglés en el cortijo de Ignacio Sánchez Mejías mientras "Alberti, Federico y Gerardo" recitaban. "¡Yo no me resistí!", escribe Guillén.

Fue poco después de la muerte de su amada Germaine Cahen cuando el poeta se encerró a releer la correspondencia que le había enviado desde que se conocieron en 1919 hasta 1935, casi el final de su vida. "Esto es lo mejor que he hecho en mi vida", le dijo emocionado el autor de Cántico, tras la lectura del epistolario completo, a su hija Teresa, antes de dejar nuevamente aquellos montones de papel en el olvido. "Papá lo contaba todo, lo que veía, lo que leía... porque sabía que alguien lo estaba escuchando", añadía la propia Teresa hace unas semanas en la presentación del libro -del que ella fue impulsora en primera instancia-, ante un público que parecía educado en la filosofía de la Institución Libre de Enseñanza.

Sentada a su lado estaba Margarita Ramírez, cuñada de Teresa y esposa de Claudio Guillén, editora del libro. Por sus manos han pasado unas 8.000 páginas de escritura irregular, algunas redactadas en francés -el idioma para el amor y el obligado cuando eran novios, porque ella no hablaba entonces español- y escritas en trenes o en coches. Solo conservaban las que había escrito el poeta. "(Estoy tan agradecido al inventor de la pluma, que me permite entrar en comunicación con usted tan rápidamente)". Las respuestas de Germaine fueron destruidas, parece que por decisión de la propia esposa que no deseaba guardarlas porque, se temía, y con razón, que aunque las escondiera acabarían publicándose. Solo cuando fallecieron Jorge Guillén y su segunda esposa sus herederos barajaron la posibilidad de editar la correspondencia que el poeta, para entonces, había donado al Wesley College.

Como homenaje al género, la revista Litoral publicó a finales del año pasado, en el número 248, titulado Cartas & caligrafías, una selección de cartas fundamentales en la historia de la cultura, desde la antigüedad clásica hasta el siglo XX, que todavía se vende en las librerías. La cuestión es que en papel, en el ordenador o en otras pantallas, se seguirá leyendo y descubriendo nuevas intimidades. En unos meses estará en los escaparates, o disponible en Internet, la explosiva correspondencia de Saul Bellow, que acaba de publicarse en inglés y que incluye epístolas a Martin Amis o Philip Roth. Todo apunta a que la privacidad se ha convertido en un buen negocio.

Lo último en el buzón

Denis Diderot. Cartas a Sophie Volland. Traducción de Núria Petit. Acantilado. Barcelona, 2010. 467 páginas. 29 euros.

Lord Byron.. Cartas y poesías mediterráneas. Edición y traducción de Agustín Coletes Blanco. KRK Ediciones. Oviedo, 2010. 633 páginas. 34,95 euros.

Horacio Quiroga. Quiroga íntimo. Correspondencia. Diario de viaje a París. Edición de Erika Martínez. Páginas de Espuma. Madrid, 2010. 651 páginas. 29 euros.

Arthur Rimbaud. Cartas Abisinias. Edición de Lolo Rico. Ediciones del Viento. A Coruña, 2010. 245 páginas. 20 euros.

Italo Calvino. Correspondencia (1940-1985). Selección de Antonio Colinas. Traducción y notas de Carlos Gumpert. Siruela. Madrid, 2010. 550 páginas. 39,95 euros.

Jorge Guillén. Cartas a Germaine (1919-1935). Edición de Margarita Ramírez. Galaxia Gutenberg / Círculo de Lectores. Barcelona, 2010. 1.357 páginas. 35 euros.

Claude Monet. Los años de Giverny. Correspondencia. Edición, introducción y notas de Paloma Alarcó. Traducción de Manuel Arranz. Turner Noema. Madrid, 2010. 422 páginas. 24 euros.

Litoral. Cartas & caligrafías. Revista de la poesía, el arte y el pensamiento. Málaga, 2010. 362 páginas, 29 euro

24.8.10

¿Por qué tendrían que darle el Premio Nobel a este hombre?

Su nombre está en las quinielas del Nobel cada año. Y sin embargo, a pesar de su talento excepcional y sus maravillosas historias, Cees Nooteboom no es un autor muy leído. Arcadia conversó con él

El nombre del escritor Cees Nooteboom siempre está en las quinielas del Nobel.foto.fuente:revistaarcadia.com

Lo que uno quisiera escribir sobre Cees Nooteboom ya está escrito en sus libros. Y lo que uno quisiera decirle, después de haberlos leído, ya lo hizo a su manera el gran Antonio Tabucchi: "Me encontré a Tabucchi una vez y de repente viene hacia mí y me da un beso, dos besos, y me dice: 'Eso es por ¡Mokusei!' ¿Está bien entre autores, no? No pasa muchas veces". Me contó Nooteboom, en impecable español, en la entrevista telefónica que concedió para Arcadia. ¡Mokusei! es uno de sus cuentos, en el que un fotógrafo holandés se enamora de una modelo japonesa y entre las muchas cosas que piensa, cree que ese amor tan grande sólo se explica porque cada uno desea ser el otro: "No lo podía decir, pero era lo que había pensado a menudo: que él quería convertirse en ella y tenía la sensación –sin que ninguno de los dos hubiera dicho nunca algo por el estilo– de que a ella le pasaba exactamente lo mismo, que ella, por idiota que pueda sonar, intentaba tomar posesión de su cuerpo no para tenerlo a él, sino para ser él". Y todo el texto tiene la misma densidad y la misma cadencia de este fragmento.

Cees Nooteboom (su nombre se pronuncia Ceis y su apellido Notbom, que es 'nogal' en holandés) nació en La Haya en 1933. El recuerdo más vívido que tiene de sus primeros años, y que bien podría pertenecer a alguno de sus personajes, es el de su padre poniendo una silla en la terraza de la casa para sentarse a ver el bombardeo nazi del aeródromo de Ypenburg, en 1940. Pero el mismo Nooteboom ha dicho que si bien hay gente que puede rastrear su infancia entera con fechas, escuelas y eventos, como si fueran un computador, él no puede hacer eso: "Algunas veces me pregunto si realmente estuve ahí".

Su padre los abandonaría durante la guerra para luego morir en el bombardeo a La Haya, en 1945. Su madre, Johanna Pessers, se mudó a Tilburg, se casó de nuevo y entonces Nooteboom empezó su peregrinaje por varios internados católicos —uno de ellos dirigido por monjes franciscanos, otro por agustinos— y de esa época conserva una enorme gratitud por "los buenos hermanos" que le enseñaron latín y griego. Pero aclara en la entrevista, con mucho humor: "Pero… ¡ellos me han arruinado!". Y aquí aparece otro rasgo distintivo de Nooteboom: parece haber tenido la típica infancia europea de posguerra —incluso aburrida­—; rara vez habla de ella y, a diferencia de tantos escritores contemporáneos, no ha escrito libro alguno en el que la evoque.

No terminó el bachillerato, tuvo algunos trabajos de escritorio, y empezó a viajar: "A la edad de diecisiete años le dije a mi madre: 'Me voy'. De cierta manera, nunca he vuelto". Y en los sesenta años que han pasado desde entonces, Nooteboom ha conocido cuarenta países y ha escrito más de cuarenta libros entre poemarios, traducciones, novelas y crónicas de viaje. Pero así como en sus novelas los personajes nunca caen en clichés, en sus crónicas periodísticas, llenas de datos útiles y bien ordenados, se percibe también la pátina de una búsqueda interior. Hotel Nómada, una antología de sus mejores crónicas (prologada en la edición en español por su amigo Alberto Manguel), recoge la filosofía de Nooteboom desde el instante en que empezó a viajar: "A partir de aquel momento opté por una vida que hoy llamo la mía, la existencia del que escribe y describe en el mundo de las apariencias, pero ¿cuántas palabras hay que escribir para ser capaz de leer una única palabra?" "Leo filosofía de vez en cuando, pero no he estudiado filosofía. He leído mi Platón, mi Nietzsche, y también a Heidegger. Hay filosofía en todos lados. A lo mejor, también hay un poco de filosofía que sale de mi propio imperio". A lo mejor la hay en lo que se pregunta Alma, la joven narradora de Perdido en el paraíso, mientras yace al lado de su amante maorí, en Australia: "¿Existe la pornografía sin porno? Mejor dicho, ¿existe la pornografía exclusivamente como concepto, sin representación gráfica alguna?" Pero las referencias filosóficas en Nooteboom no son las del escritor que quiere impresionar con sus conocimientos, ni las del que pretende entrar a disertar con los filósofos. Es evidente que la ha leído juiciosamente, pero es más bien irreverente con ella: "Sobre eso estaba escribiendo ahora. ¡Ja!, un capricho, completamente absurdo, pero bueno: Lutero en una misma habitación con Derrida y Baudrillard. Acabaría sin dificultad con su mascarada. Aunque… contra un talmudista y un jesuita…", piensa Arno Tieck, un personaje de El día de todas las almas.

A principios de los 50, Nooteboom realizó su primer viaje en autostop por Escandinavia y luego por Provenza, y de ahí surgió su primera novela, Philip y los otros (1955), que recibió muy buena acogida por parte de la crítica, así como el Premio Anne Frank. A su ópera prima le seguirían algunos libros de poesía, hasta que Nooteboom sintió que el lenguaje poético lo limitaba: "Necesitaba que mi obra perdiera tanto lirismo. Para escribir se requiere de un cierto connaissance du monde. Por eso empecé a viajar". Y ese uso de extranjerismos que se cuela en su obra y en su conversación no es del escritor políglota y esnob sino el del viajero cosmopolita con una sólida educación clásica, pero que se ha visto obligado a aprender otras lenguas para enfrentar la vida que ha escogido: "Quien huye de la realidad es aquel que se queda en casa sometido a la rutina de la vida diaria, porque no puede soportar la amarga sabiduría que proporciona el viaje", dice en Hotel Nómada. Y esa amarga sabiduría aparece por doquier en sus textos. En medio de la descripción de las infames condiciones de los mineros en Bolivia amarga (1968), se lee: "De vez en cuando el silencio queda interrumpido por el grito de un pájaro invisible que sueña un sueño de terror". Tal vez los libros de viajes de Nooteboom son, como afirmó Richard L. Kagan, crítico del New York Times, en su reseña de El desvío a Santiago (1992): "Una especie de Guía Michelin para el alma".

Aunque su dominio del francés, el inglés y el alemán es casi perfecto, nunca ha pensado en escribir en otra lengua que no sea su holandés natal: "Siempre digo que cuando yo escribo en holandés es como si tocara el órgano. Si escribiera en inglés, sería como tocar la guitarra". Esa conciencia musical de su lengua materna, sobre la que sus personajes disertan con tanta frecuencia, viene acompañada de un singular patriotismo: "Holanda es un país difícil de comprender. Somos una tribu un poco rara y no nos entienden", afirma con el mismo humor que usa en su ensayo ¿Cómo ser europeos?: "¿Cómo se convierte uno en europeo? Para empezar, siéndolo, cualidad que se adquiere, por ejemplo, naciendo en los Países Bajos. Quien está convencido de que conoce el mundo mucho mejor de lo que el propio mundo se conoce, es que es holandés".

Después de su primera novela, Nooteboom publicó libros de poesía, la novela El caballero ha muerto (1963), y crónicas de viajes, entre las que se destacan la de la invasión soviética a Hungría, en 1956, y las de mayo del 68. En 1967 fue nombrado editor de la revista Avenue, de gran tiraje en Holanda, para la cual tradujo a poetas como César Vallejo (por quien profesa una gran admiración) y Wallace Stevens, entre otros. Y mientras continuaba con sus viajes, en 1980 publicó Rituales, que luego sería adaptada al cine, y que es quizá su novela más famosa y a partir de la cual empezó su etapa más productiva como novelista.

En 1989 fue invitado por el Servicio de Intercambio del gobierno alemán a vivir un año en Berlín, lo que le permitió ser testigo de la caída del muro (sobre la que escribió varias crónicas, recientemente recopiladas en el libro Berlín 1989-2009). En esta ciudad hizo amistad con el filósofo Rüdiger Safranski y con el pintor Max Neumann, quien luego ilustraría las portadas de algunos de sus libros. Desde entonces divide su tiempo entre Berlín, las afueras de Ámsterdam y Deiá, en la isla de Menorca, donde tiene una casa que se puede ver en un video de YouTube.

En cuanto a su libro más querido, dice que si tuviera que escoger uno, éste sería La historia siguiente, esa novela delirante en la que un profesor de escuela secundaria, Hermann Mussert, se acuesta una noche en su casa de Ámsterdam y se despierta al día siguiente en Lisboa. Pero lo interesante de Mussert es que, a diferencia de lo que hacen los profesores en la literatura contemporánea, no se enreda con la estudiante por la que siente fascinación, sino con una profesora (con cuyo marido, la estudiante, Lisa D'India, inicia una aventura por su lado). Nooteboom escribió esta novela para la Semana Holandesa del Libro, un evento anual en el que un escritor recibe el encargo de escribir una novela con un número determinado de palabras, que será distribuida de forma gratuita. Aunque recibió fuertes críticas en su país, ya que el estilo es muy diferente al de sus otras novelas, este fue el libro que lo catapultó en Alemania y de ahí al resto de Europa: "Pasan cosas raras con los libros", dice, y a continuación pregunta si sus libros son muy costosos en Colombia y si llegan las ediciones de bolsillo: "No me interesa vender. Me interesa ser leído".

En su ya larga carrera como escritor, Nooteboom ha recibido, además del Premio Anne Frank en 1957, el Premio de Poesía de la Comunidad de Ámsterdam en dos ocasiones (1960 y 1965), el Premio de Periodismo por sus crónicas sobre mayo del 68, el prestigioso premio Pegasus por Rituales (1982), el Constantin Huygens (1992), el Aristeion por La historia siguiente (1993) y, en noviembre pasado, el Premio Holandés de las Letras, el galardón más importante de los Países Bajos.

Es un lugar común afirmar que en la concesión del Premio Nobel de Literatura hay un componente claramente político. Desde hace varios años la Academia Sueca parece decidida a desmentir esa afirmación, como parecen confirmarlo los premios Nobel otorgados a Elfriede Jelinek, J.M. Coetzee y Jean-Marie Le Clézio, quienes, si bien tienen posiciones políticas que podríamos llamar liberales, son en esencia novelistas dedicados a su oficio. Sobre el Premio Nobel Nooteboom dijo: "Me interesa para ser leído. Sería arrogante decir que no. Pero es una lotería y yo no puedo decir nada al respecto". Y recuenta la anécdota de su amigo el poeta belga Hugo Claus, que murió en 2008, y quien fuera otro de esos eternos candidatos al Nobel: "Claus decía: 'Ahora es tiempo de que me lo den por razones humanitarias'. Pero Claus murió sin recibirlo", dice Nooteboom, y después de una pausa agrega: "Como mis maestros: Borges, Proust, Nabokov, Kafka y Calvino".

Tal vez Nooteboom, como su obra, quede a la altura de los que él considera sus maestros, pero tal vez le den el Premio Nobel porque es un gran cronista, traductor y poeta, y un novelista excepcional. Porque en sus obras no hay frases célebres que se puedan citar fuera de contexto. Porque su humor es exquisito. Porque escribe y describe sin posar como escritor. Porque leerlo es un goce estético e intelectual. Porque es elegante con el lector. Porque, en resumen, recoge la cultura europea sin dejar de dialogar con el resto del mundo. Su próximo viaje será a China, Japón y Corea ("donde han publicado mis libros y bueno… Me interesa… Pero claro, no puedo leerlos"). Su próximo proyecto: Cartas a Poseidón. "Son cartas a Poseidón porque son dioses olvidados, ¿no? Inmortales, pero también olvidados, ¿y cómo es ser un dios olvidado?" Y mientras esta revista está en la imprenta, Nooteboom estará de viaje, tratando de pasar inadvertido, "lo cual no es sino una forma de desaparecer, que es en definitiva de lo que se trata".

En el mercado

Hotel Nómada

Cees Nooteboom

Debolsillo

2007

224 páginas

$29.000

20.8.10

el mito fabulado



RESEÑA

A partir de la invención de un mito primigenio, se desarrolla la fabulación de una saga cosmológica, que nos lleva de la mano hasta la ciudad de Aydebarke: ciudad de ciudades, donde se condensan las formas de la arquitectura humana de las más diversas culturas. Recrea, en buena parte, el mundo de la selva, de los Iseike, la última tribu nómade primitiva cuyo descubrimiento causa sensación en un grupo de investigadores, desde periodistas hasta la propia iglesia. El relato se va contando, con una prosa clara, precisa, impregnada de un lirismo en clave cuyo narrador se desdobla en varias voces narrativas que cuentan la fusión desde los más remotos orígenes de la humanidad a los más intrincados mundos tecnológicos de la ciencia ficción, donde el mito primigenio y su naturaleza está latente como una fuerza metafísica y de conversión de los tiempos históricos de la realidad a un mundo fantástico.

Un ejemplar de esta fabulosa novela- porque realmente lo es- llegó a nuestras manos bajo una serie de episodios intrigantes para deleitarme con su lectura. El autor pareciera otro ser salido de la propia entraña del relato que ofrece al lector, "porque afirma haber nacido en la segunda mitad del siglo XX. Vivió entre las sombras, las luces, los sonidos y los olores de las selvas y las montañas donde no se conocen las fronteras trazadas por el hombre. Sin embargo, en la actualidad, es un peatón anónimo en las grandes urbes del mundo donde se solaza y sufre con la cultura global".

SACRILEGIO

Simón Jánicas

Diente de León Editor

276 páginas

49.999 pesos

www.simonjanicas-sacrilegio.blogspot.com

Puedes adquirir la novela en el Portal de la Librería de la U

17.8.10

10 autores en busca de lector

Los libros que vendrán a la vuelta de las vacaciones
Marilyn Monroe, A. Grandes, John Le Carré, Bertrand Russell y Vargas Llosa.foto:fuente:elcultural.es

Tras una temporada cenicienta, el mundo del libro sueña con las mil novedades de otoño. Por eso, hoy más que nunca hay que decir que detrás de estos diez nombres que El Cultural ha seleccionado como apuestas seguras, quizá demasiado obvios, habrá muchos más a la vuelta del verano. Autores primerizos, pensadores de peso y pequeñas editorales que darán la nota, ya lo verán, y muchas sorpresas. Se vislumbra buena la cosecha. Lo mejor de 2010 está por leer.

Fragmentos y esencias
Marilyn Monroe
Seix Barral. Octubre
Casi medio siglo después de su muerte, el 5 de agosto de 1962, Marilyn Monroe sigue siendo unos de los grandes símbolos y de los mayores enigmas del siglo XX. Ahora, su albacea ha decidido hacer públicas simultáneamente en todo el mundo casi 250 páginas de manuscritos inéditos de la actriz, con poemas, notas íntimas, cartas a escritores (Somerset Maughan, Truman Capote, Isak Dinesen, Pasolini, Mailer...), dibujos e incluso recetas de cocina. El libro incluye también anotaciones a modo de diario personal, en las que la actriz comenta su penosa relación sentimental con el dramaturgo Arthur Miller, así como las cartas que les enviaba de manera incesante a sus psicoanalistas y a su amigo y maestro Lee Strasberg.

Inés y la alegría
Almudena Grandes
Tusquets. Septiembre
Primero de los seis Episodios de una Guerra Interminable que Grandes dedicará a nuestra posguerra civil , Inés y la alegría narra la historia "desconocida y asombrosa de la invasión del valle de Arán por parte de un ejército de guerrilleros". Basada en un hecho real, la ficción arranca en 1939, cuando en Francia se cruzan los caminos de Carmen de Pedro, responsable de los refugiados comunistas españoles, y Jesús Monzón, que sueña con cambiar la historia a través de una aventura casi imposible: invadir España y proclamar de nuevo la República. Cinco años después, mientras el ejército nazi está siendo al fin derrotado en Europa, la aventura parece posible y en ella se embarcan casi diez mil soldados dispuestos a abrir un paso a los aliados.

Un traidor como los nuestros
John Le Carré
Plaza & Janés. Octubre
Tras haber jubilado a sus viejos espías, quizá porque sus lealtades y principios ya no están de moda, John Le Carré convierte en protagonistas de su última intriga a una pareja de novios que descansan en la isla caribeña de La Antigua. Pero su simpático nuevo amigo, Dima, es en realidad un mafioso ruso que quiere pedir asilo político en Inglaterra, a cambiode denunciar ante el servicio secreto británico todo lo que sabe sobre sus cómplices y las redes de blanqueo de dinero relacionadas con el turismo y la clase política del continente. Un éxito seguro, como La caída de los gigantes, de Ken Follet (Plaza), primera parte de una trilogía titulada El siglo sobre la vida de cinco familias norteamericanas, británicas, alemanas y rusas a partir de la I Guerra Mundial.

El sueño del celta
Mario Vargas Llosa
Alfaguara. Sin fecha
Aunque la editorial no quiere desvelar aún la fecha de publicación de El sueño del celta es la novela de otoño. Por el autor. Por los cuatro años que hace que Vargas Llosa no publica una novela. Por el tema, los excesos de la colonización europea en África, aunque la acción transcurre también en la Amazonía, Irlanda y Alemania. Y por el protagonista, el fascinante Roger Casement.

El poder
Bertrand Russell
RBA. Septiembre
Inédito en España hasta la fecha, El poder es una indagación filosófica, histórica y sociológica sobre la naturaleza humana y la ambición, a partir de una certeza de Bertrand Russell, pacifista y premio Nobel: "el primer ministro tiene más poder que gloria, el rey tiene más gloria que poder: Por lo general, sin embargo, el camino más fácil para obtener la gloria es obtener el poder".

Diario de un escritor
Fiódor Dostoievski
Páginas de Espuma. Noviembre
Para festejar su décimo aniversario, Páginas de Espuma lanza al fin la versión íntegra, por vez primera en castellano, de los Diarios de Dostoievki, vertidos directamente del ruso y con más de un 60 por ciento de material rigurosamente inédito. En sus más de 1600 páginas hay de todo: conferencias, viajes, críticas literarias, pero también íntimas confesiones y confidencias políticas y religiosas.

Temperamentos filosóficos
Peter Sloterdijk
Siruela. Noviembre
Considerado por la crítica alemana como el mejor libro de filosofía del año, Sloterdijk parte aquí de una frase de Fichte -"la filosofía que uno elige depende del tipo de persona que se es"- para retratar a los genios del pensamiento humano. No es menor la descomunal propuesta de Rafael Argullol en las 1400 páginas de Visión desde el fondo del mar (Acantilado), una indagación en la aventura del espíritu humano.

La ley del corazón
Francisco Brines
Visor. Octubre
Tras seis años de silencio poético sólo alterado por la publicación de antologías y la obtención de premios como el Reina Sofía, Brines reúne al fin sus últimos poemas en un volumen que retrata sus más íntimas obsesiones y sentimientos. Otras estrellas del otoño poético serán los premios Nobel Derek Walcott, con su último poemario, Garcetas blancas (Bartleby) y Herta Müller (El guarda toma su peine, Linteo).

Carta a los Jonquières Julio Cortázar
Alfaguara. octubre
Hay quien dice que la obra póstuma de Cortázar pronto sobrepasará a la publicada en vida. Y valdrá la pena, cuando, como aquí, el inédito es un verdadero diario de vida que desnuda al escritor recién llegado a París, que reflexiona sobre la creación, la amistad o los problemas de la escritura de Rayuela. Otro inédito, quizá menor, es Unos días en el Brasil (Páginas de espuma), el diario de 1951 en el que Bioy Casares retrató el nacimiento de Brasilia.

Miguel Hernández
Antologías Poéticas, ensayos, biografías...
Protagonista indiscutible del año literario, el 30 de octubre se cumple el primer centenario de Miguel Hernández. Y nada mejor que celebrarlo con alguna de las antologías y ediciones de su Obra Poética completa que han aparecido hasta la fecha (Alianza, Espasa), o con las biografías (Ferris, Zardoya, Martín) y estudios críticos. También Círculo publica un volumen de cartas inéditas de Jorge Guillén a Germanie Cahen que dará mucho que hablar.

4.8.10

“Los informantes”, de Juan Gabriel Vásquez

Esta novela viene precedida por su fama. En 2009, fue la única obra no escrita en lengua inglesa elegida por Amazon como una de las diez mejores novelas del año


Los informantes. Juan Gabriel Vásquez
Alfaguara (México, 2010)

Mario Vargas Llosa ha dicho de ella que es "una poderosa historia sobre los sombríos años inmediatamente posteriores a la Segunda Guerra Mundial", testimonio de la riqueza de la imaginación de su autor, "así como de la sutileza y elegancia de su prosa". Tampoco le han ahorrado elogios Javier Cercas, John Banville y Alfredo Bryce Echenique, entre otros escritores y críticos.

¿Merece tales muestras de entusiasmo Los informantes (2004), de Juan Gabriel Vásquez (Colombia, 1973)? En mi modesta opinión, sí. Reeditada por Alfaguara en este 2010, esta novela no solo es relevadora de un pasaje poco conocido de la historia colombiana, sino que también explora con tino temas como la traición, la culpa, el perdón, la memoria y la relación entre padres e hijos; asuntos, pues, que a todos nos tocan de alguna u otra manera.

El narrador del libro es el joven periodista Gabriel Santoro. Luego de tres años distanciado de su padre, que lleva su mismo nombre, el joven visita al viejo a instancias de este. Gabriel padre será sometido a una delicada operación de corazón y al parecer no quiere pasar por el trance sin la compañía y el apoyo de su hijo. A raíz de este reencuentro, el narrador rememora el incidente que lo alejó de su padre: luego de que el joven publicara un biografía sobre una vieja amiga de su padre, Sara Guterman, una emigrada alemana que llegó a Colombia a los 14 años, huyendo junto a su familia del régimen nazi, Gabriel viejo publicó una crítica despiadada del libro. Su hijo nunca entendió el encarnizamiento de su progenitor. Solo lo entenderá cuando, luego de la muerte de este, salga a la luz un ominoso secreto que marcó a su padre de por vida.

Los saltos temporales son uno de los recursos principales de los que se vale esta novela. El narrador se mueve con fluidez por distintas épocas tanto de su propia vida como de las de su padre y Sara. De los días anteriores a la operación del viejo pasamos a los años posteriores a su muerte, luego al tiempo en que el narrador empezó a escribir el libro que provocaría la ruptura con su padre o a los días en que Sara partió de su país convulsionado o al momento en que Gabriel joven lee la crítica de su padre a su biografía. Todos estas historias y tiempos distintos se revelan, conforme avanza el libro, íntimamente ligados, de modo que sin uno de ellos no se entendería el resto. La fragmentación temporal le permite al autor hacer avanzar varias tramas a la vez, al mismo tiempo que genera expectativas en el lector por los vacíos entre ellas, los cuales se irán llenando poco a poco.

Juan Gabriel Vásquez (Foto: Alfaguara)

Los informantes es una novela que golpea emocionalmente al lector: ya sea cuando lo entera de la persecución de la que fueron víctimas los alemanes refugiados en Colombia luego de huir del horror del nazismo, o cuando lo expone al propósito malogrado de un viejo de reorientar su vida o al de un joven que se debate entre el afecto y la repulsión por su padre, el libro, sin caer nunca en el melodrama, lo enfrenta a situaciones dolorosas y muy significativas para el puñado de personajes que lo protagonizan. Toda la obra está atravesada por desencuentros, violencia y la nostalgia del camino que no se tomó, de la infamia que no se evitó, la palabra que no se dijo.

No ofrece Los informantes conclusiones categóricas sobre los temas que aborda. El lector no podrá extraer lecciones de la novela. El autor más bien narra, con gran habilidad, una serie de historias engarzadas que suscitan, además de la respuesta emocional, la reflexión intensa sobre algunas de esas preguntas que los seres humanos se han hecho y se seguirán haciendo siempre, tal vez sin encontrar nunca respuestas definitivas. Quizás a ello se deba la honda impresión que el libro deja.

Javier Munguía
 Fuente:  http://javiermunguia.blogspot.com