En El prestigio de la belleza, Piedad Bonnett reflexiona sobre la belleza y la fealdad
La escritora colombiana Piedad Bonnett.fOTO;fUENTE:vive.in
"Hubo momentos en mi vida en que fui invisible. La invisibilidad, en mi caso, no era un don como el de esos personajes de los cuentos que pueden escurrirse en espacios ajenos para espiar a los demás o para llevar a cabo sus picardías. ¡Ya quisiera yo! No. Ser invisible significaba que cada tanto mi identidad se reducía hasta el punto de hacerme dudar de mi propia existencia".
Esta imagen describe el hondo dolor de la protagonista de 'El prestigio de la belleza', la nueva novela de la escritora Piedad Bonnett. Una conmovedora reflexión literaria, en primera persona, sobre el peso de la belleza y la fealdad, dos pesadumbres universales de la existencia humana, contadas a través de la infancia y la adolescencia del personaje principal.
Fue en un viaje de la autora, mientras leía las memorias de la inglesa Doris Lessing, cuando comenzaron a asediarla, de manera incesante, los recuerdos de su infancia, obligándola a abandonar la novela que estaba escribiendo.
¿Algún recuerdo en particular disparó ese sentimiento?
En algún momento de mi vida yo creí entender que a mi mamá yo no le parecí tan bonita como debía haber sido. No es que yo le pareciera fea, es que yo notaba que ella quería hacer de mí una niña más bonita. Y eso fue un pequeño dolor, pero más que eso una preocupación. Entonces en el momento de escribir yo cree un personaje que soy yo, pero que en muchos momentos ya no era yo.
¿Qué tan difícil fue lograr el tono?
Siempre había querido escribir una novela en primera persona y tal vez esa fue una de las cosas que me hizo muy fácil el tránsito de la otra que estaba escribiendo; yo sabía que en esta, mi voz iba a ser muy poderosa, porque estaba impulsada por la fuerza de la memoria y el recuerdo.
¿Cómo logró mantener el ritmo sin caer en el estereotipo del fluir de conciencia de un niño?
Sí, algo que detesto son los niños contando sus propias experiencias en la inmediatez. Entonces yo necesité una doble perspectiva. Se adivina que es un adulto el que cuenta la historia, que se ve en su infancia de manera un poco distanciada y divertida, y que es capaz de meternos en esos momentos de su niñez.
La novela hace una dura crítica a la religión...
Pero no a la religión en abstracto, sino a la educación religiosa. A los castramientos, las inhibiciones y las amenazas que padecimos los que pasamos por ese tipo de educación. Si algo hay de autobiográfico es eso. Yo era una niña de provincia, educada con monjas, al llegar a Bogotá seguí con monjas. Y esta novela, en parte, es una niña en abierta rebeldía contra un mundo de represión y autoritarismo, que es lo que más odio.
Y a la vez es un relato muy triste y melancólico...
Hay mucho dolor sobre todo en la adolescencia. En la infancia se presenta más la desazón del miedo. Pienso que todas las infancias están permeadas por un montón de miedos. En este caso era aterrador porque las monjas alcanzaban a decir unas cosas terribles como por ejemplo 'si se mira mucho en el espejo va aparecer el diablo'. Es que yo viví en un pueblo hasta los siete años que era el medioevo, con una sociedad muy clasista y unos criterios de belleza muy cerrados.
¿De alguna manera la protagonista proyecta su culpa a través de la enfermedad?
Sí. Me interesaba una niñita con una especie de radares que somatiza todo a través de su cuerpo; sujeto de castigo de todos los miedos y las perturbaciones. Es un yo que se está construyendo sobre muchas fragilidades y muchas incertidumbres, y que tiene que buscar las estrategias para hacerse ver, respetar y querer de los demás. Y la enfermedad puede ser un llamado del inconsciente y una vulnerabilidad que sólo encuentra salida cuando la protagonista empieza a escribir.
El prestigio de la belleza
Piedad Bonnett
Alfaguara